domingo, 31 de octubre de 2010

En María con el Papa


Os pongo aquí una propuesta que me ha hecho llegar Angelo, del blog Siete en Familia


Los católicos seguimos a nuestro Pastor. El que ha sido designado por voluntad de Dios para guiar a su pueblo .Nuestro a poyo, aliento, y cariño debe acompañarle siempre.

En la diversidad de la red existen numerosos blogs que muestran esta cercanía con el sucesor de Pedro, otros sin embargo no cesan en su ataque, desprestigio y ridiculización.

Cada viaje de Benedicto XVI, va acompañado de voces que se alzan para intentar acallarlo o amedrentarlo. Gracias a Dios él es consciente de que está en medio de lobos, pero que cuenta con la ayuda del Señor y de la mayoría de las ovejas de su rebaño.

Te dejo una propuesta para expresar nuestra unión a él en forma simbólica, acompañándolo en cada uno de sus viajes apostólicos.
Si quieres unirte entra pinchando aquí: Propuesta para acompañar a BXVI

Muchas gracias


PD: Ya he añadido a mi blog una imagen de Nuestra Madre con una vela, como símbolo de mi adhesión a dicha propuesta.

viernes, 29 de octubre de 2010

Tierra Santa




Cada quince días viajo a Tierra Santa.

Cada quince días acampo en el Calvario.

Cada quince días venero el cuerpo sufriente de Cristo.

Cada quince días beso sus pies.

Cada quince días me quedo con Él, junto a su cruz, y trato de hacerle el sufrimiento más llevadero.

Cada quince días me quedo con mi sobrina de año y medio de edad en el hospital, cuidándola.

-¿Dónde está Dios?, me han llegado a preguntar.

-A Dios le están poniendo quimioterapia en la cuarta planta, respondo yo.


«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos.

Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: 'Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí.'

Entonces los justos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y acudimos a ti?'

Y el Rey les dirá: En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis. (Mt 25, 31 ss)

jueves, 28 de octubre de 2010

Las representaciones de Dios, y III


Hemos llegado ya al final de este ciclo de post sobre las representaciones que nos hacemos de Dios.

A lo largo de los post anteriores hemos estado viendo como muchas personas se han fabricado la idea de un dios lejano, sentado en un trono, fuera del mundo, que nos coloca aquí para someternos a pruebas, que es un juez implacable etc. Como ya hemos dicho, esta idea pertenece a una desvirtuación y simplificación reduccionista de la doctrina que lleva, inevitablemente, al ídolo y no a Dios.

Este ídolo al que hacemos referencia, terrible y caprichoso, no sólo no existe, sino que es más que deseable que no exista. Por esa razón debemos siempre preguntar a aquellos que no creen en qué dios no creen ellos ya que, con toda seguridad, no es el Dios cristiano, sino una deformación del mismo. También hemos visto que los propios creyentes debemos revisar las imágenes de Dios que utilizamos, no sea que estemos en la misma situación, incurriendo en idolatría.

El Dios que ha salido a nuestro encuentro dista mucho de esa imagen horrible de la que hemos hablado. El Dios que se nos revela es un Dios que crea por amor, no por necesidad pues no la tiene, que nos llama de la no-existencia a la existencia para que participemos de su misma vida divina y felicidad, ¡¿no es esto algo inmenso y hermoso?!

Dios, en su infinito amor, crea desde la nada un cosmos para dar origen al hombre, un ser hecho a su imagen y semejanza, un ser personal, inteligente y libre capaz de Él, homo capax Dei, al que se revela gratuitamente para comunicarse a sí mismo y para dar a conocer su proyecto para él.

Dicho proyecto no es otro que Jesucristo, Dios todo lo hizo por Él, para Él y en Él (Col 1,15). El modelo de hombre que Dios tiene es el Hijo, el Logos Encarnado. Es por eso que la venida de Cristo estaba prevista aún cuando el hombre no hubiera caído en pecado (éste es consecuencia de la libertad humana), ya que Jesús es, no sólo la revelación definitiva de Dios al hombre, sino la revelación misma del Hombre al propio hombre, la coronación de la obra de Dios, la unión del mismo Dios con su criatura, haciéndonos hijos en el Hijo.

En este sentido podemos comprender las palabras que pronunció Poncio Pilato aquel Viernes Santo, "Ecce Homo",he aquí al hombre. Él no sabía lo que decía, pero estaba pronunciando una verdad eterna, ¡he aquí el Hombre verdadero!

Por lo tanto, vemos que Dios no es ese rival para el hombre que algunos creen sino todo lo contrario, es su mejor valedor. Nos crea por amor, nos llama al ser por amor, nos sostiene en el amor, nos llama a participar de su misma vida divina y por amor nos salva, del pecado, de la muerte, y del sinsentido.
Sin Dios la existencia es muda, la razón un sinsentido, la muerte una paradoja y la dignidad humana un objeto de valor relativo con el que se puede comerciar.

Por último, decir que nada es divino fuera de Dios. El hombre cae en la esclavitud cuando diviniza o absolutiza la riqueza, el poder, el sexo, el placer o cualquier creación de Dios, incluso su propio ser o razón humana ya que, de ese modo, falsean su realidad de criatura. Dios mismo es la fuente de la liberación radical de todas las formas de idolatría, porque la adoración de lo no adorable y la absolutización de lo relativo lleva al violación de lo más íntimo de la persona humana: su relación con Dios y su realización personal. He aquí la palabra liberadora por excelencia: "Al Señor Dios adorarás, sólo a Él darás culto" (Mt 4,10). La caída de los ídolos restituye al hombre su campo esencial de libertad. La verdadera liberación, en efecto, libera de una opresión para poder acceder a un bien superior.
Dicho bien no es otra cosa que aquello a lo que estamos llamados desde antes de la creación del mundo, esto es, la participación de la vida divina, de la felicidad de Dios, la unión con Él.


Que el Señor Jesús, Camino, Verdad y Vida, os bendiga siempre.


(Apuntes y reflexiones propias, tomando como base una exposición de Fr. Jesús Espeja OP y mis apuntes de la asignatura Misterio de Dios)

Gracias por vuestra paciencia y misericordia conmigo. Vuestra benevolencia sabrá perdonar la torpeza de estos escritos.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Las representaciones de Dios, II


Ayer hablábamos de las representaciones de Dios y decíamos que las representaciones en sí son, no sólo buenas, sino necesarias. El problema surge cuando olvidamos que dichas representaciones apuntan a una realidad, siempre mayor, que las trasciende. Cuando confundimos la representación con la realidad representada, pensando que ésta se agota en la representación, es cuando degeneramos la imagen de Dios y creamos un ídolo.

También leíamos un fragmento de la Gaudium et Spes en la que se nos dice que en la génesis del ateísmo podemos tener parte no pequeña los mismos creyentes, con una deficiente enseñanza religiosa, una mala exposición de la doctrina y los defectos de nuestra vida religiosa y moral.

Esto es sumamente importante, ya que las imágenes de Dios que veíamos ayer, todas horribles, son fruto precisamente de esto que comenta la Gaudium et Spes.

Cuando hablamos de Dios sólo podemos proferir balbuceos; sólo podemos pretender acercarnos, siempre en lejanía, al Misterio. Y es que "de Dios no podemos saber lo que es, sino lo que no es", como enseña Tomás de Aquino, o como enseña Dionisio Areopagita; "En relación con Dios, las negaciones son verdaderas y las afirmaciones insuficientes". Así lo definió el IV concilio de Letrán; "No puede afirmarse tanta semejanza entre el Creador y la criatura sin que haya que afirmarse entre ellos una desemejanza mayor". Nunca podremos con nuestros conceptos encapsular a Dios. Lo tenemos y se nos escapa. Se nos manifiesta y queda oculto. Dios se manifiesta en su Hijo, pero al mismo tiempo se esconde en su marginación humana y en el envilecimiento de la cruz. "Al revelarse permanece escondido, y al ser escondido es afirmado como incomprensible" . Dios es tanta luz que nos ciega (1 Tim 6,16), es como mirar al sol directamente. Por eso llega a nosotros como nube, oscuridad luminosa. Por eso nuestro conocimiento en la fe es siempre parcial (1 Co 13,12)

Es interesante esto que nos dice el IV concilio de Letrán, desemejanza mayor que semejanza entre Creador y criatura, es decir, que el conocimiento de Dios es analógico. Este conocimiento, verdadero sólo en parte, que nos acerca a la verdad de Dios, pero manteniéndonos necesariamente en su lejanía, es lo que designa la palabra "analogía". Así todas las palabras que tenemos para designar a Dios son analógicas : ser, padre, generación, procedencia, amor, juez, rey, sentimiento etc.

Es importantísimo tener siempre presente esto para no confundir la analogía con la realidad de Dios, siempre mayor, y dar así con los ídolos que comentábamos ayer. Cuando, por ejemplo, decimos Dios es "juez", sí, lo es... pero no como los jueces humanos ni según la justicia humana; Dios es Padre, sí, lo es... pero no como los padres humanos etc. Recordemos, "siempre es mayor la desemejanza que la semejanza".


Esto que hemos estado comentando pertenece más bien al campo doctrinal y didáctico, pero la Gaudium et Spes también nos llama la atención sobre nuestro comportamiento religioso y moral. Veamos unas cuantas deformaciones religiosas en este campo:

-Si un cristiano se pasa toda la vida de rodillas, atenazado por el miedo al infierno y pidiendo perdón constantemente, ¿qué imagen de Dios da con su comportamiento religioso? Sin duda, la de un dios que le amenaza. Esta deformación genera un cristianismo de tullidos, muy lejos de lo que es el auténtico mensaje de Jesús.

-Si un cristiano, muy devoto, de ir a misa, rezo del rosario etc. Está en una sociedad de injusticia y no hace nada por rehabilitar la dignidad de los marginados, por luchar contra el mal y se dedica, tan sólo, a controlar sus malos pensamientos, a rezar mucho para, de ese modo, ser muy "bueno" ante Dios y ganarse el cielo, ¿qué imagen de Dios da con su comportamiento religioso? Pues la de un dios al que no le interesa nada la cuestión social y la injusticia, cargándose así toda la Revelación en el AT y, ¿qué decir de la del NT?. Esta deformación es la que ha generado un cristianismo de corte evasivo-espiritualista que coloca al Reino de Dios en la otra vida, y que tanto criticaron corrientes de pensamiento, como el marxismo.

-Y, por último, también existe la degeneración de confundir a Dios con un político, con un revolucionario, creyendo que el cristianismo se agota y se realiza en los compromisos políticos, sin discurrir desde dónde y para qué se compromete en política. Esta degeneración olvida que Jesús no se enroló en una liberación directamente social, y menos política. Más aún, se opuso tajantemente a ser considerado como el mesías político ansiosamente esperado por el pueblo (Jn 6,15)


Por tanto, el gran desafío de nosotros los cristianos en una sociedad cada vez más secularizada es, a mi juicio, explicar de qué Dios estamos hablando. Cabe preguntarse pues, como ya apuntábamos ayer, ¿cuál es el criterio para purificar nuestras representaciones de Dios? La respuesta es Jesucristo.

El hecho de que Jesucristo sea el revelador y la revelación definitiva de Dios no impide, en modo alguno, que nos interese también la imagen de Dios que nos ofrece el AT. En primer lugar porque el Dios de Jesús es el Dios de Abraham, Isaac y Jacob (Mc 12, 26). Él parte de la imagen de Dios del AT, aunque en ella introduzca una novedad radical. En segundo lugar, nos interesa el AT porque en él aparece la pedagogía divina, el camino progresivo de la revelación de Dios hasta llegar a Jesucristo. Novum Testamentum in Vetere latet. Vetus Testamentum in Novo patet. ( El AT encubre al Nuevo, el NT descubre al Antiguo).

Es decir, la Revelación se ha realizado de manera progresiva, por lo que la imagen de Dios que aparece en los estratos más antiguos no es completa y tiene que ser revisada a la luz de Jesucristo. "Los últimos tiempos" de los que habla el autor de la Carta de los Hebreos no indica sólo que la revelación en Jesucristo es la última cronológicamente, sino la definitiva, pues ahora ha hablado el Hijo que es "resplandor" de su gloria e "impronta" de su ser. Jesucristo es la manifestación insuperable de Dios: En Él descubrimos que la Palabra de Dios, el Verbo, es una persona.

Por lo tanto, debemos decir que el criterio para los cristianos en orden al conocimiento de Dios es Jesucristo, la conducta histórica de Jesús de Nazaret. Él es el criterio hermenéutico supremo.

Comenzábamos ayer diciendo " A Dios nadie lo ha visto" (Jn 1,18), y ahora completamos esta afirmación con las palabras de Jesús " Quien me ve a mí ve al Padre" (Jn 14,9)


PD: Como no quiero que me quede muy largo, para no resultar pesado al amable y paciente lector, me dejo para mañana una pequeña reflexión final, a modo de epílogo.

Muchas gracias.

martes, 26 de octubre de 2010

Las representaciones de Dios, I



El símbolo más antiguo de Dios Padre es una mano que sale de una nube. Es la representación figurada más importante de Dios Padre desde el siglo IV al VIII.




A Dios nadie lo ha visto (Jn 1, 18), sin embargo cuando pensamos en Dios, bien para decir que existe como para rechazarle, lógicamente tenemos que hacer nuestras representaciones, ya que no tenemos posibilidad de acercarnos a cualquier realidad sin una representación fabricada por nosotros. Por lo cual necesitamos, querámoslo o no, representaciones de Dios como de toda realidad, sobre todo de aquellas que no podemos percibir directamente.

Dicho esto, las representaciones de Dios, de algún modo necesarias, entrañan un riesgo serio. Toda representación corre el peligro de ser confundida con la realidad, sobre todo cuando esta realidad es inaccesible a nuestros sentidos, ya que podemos confundir lo que nosotros pensamos, imaginamos o representamos con dicha realidad. Como ejemplo de esto, piensen ustedes en las representaciones que nos hacemos de los átomos de la materia (como bolitas) que son muy necesarias pero que nos ha llevado a pensar que la materia esta formada por "bolitas duras", cuando esto no es así.

Cuando confundimos la realidad con las representaciones que nos hacemos de ella es cuando adulteramos totalmente dicha realidad, en este caso Dios, que por su condición no puede ser nunca aprisionada en la cabeza y en la imaginación de los seres humanos. Como decía S. Agustín "si piensas que ya conoces a Dios, quítate esa imagen de la cabeza que no es Dios".
Por lo cual, si Dios es esa realidad que no podemos abarcar en nuestros conceptos y en nuestras imágenes, debemos tener mucho cuidado para no fabricarnos un dios a imagen y semejanza nuestra, reproduciendo así lo que decía Voltaire " Dios nos creó a su imagen y semejanza y el ser humano se lo devuelve creándole también a él a su imagen y semejanza". De ahí la importancia que tiene, no solamente tener imágenes, sino revisar qué imágenes tenemos ,porque en el fondo ahí nos estamos jugando nuestra relación con esa realidad que llamamos Dios y que es negada por unos y aceptada por otros.

Es importante saber de qué Dios estamos hablando, no sea que estemos "luchando" unos contra otros por unos dioses que hemos creado nosotros y que no son otra cosas que ídolos, y no el Dios verdadero que se revela en Jesús.

En este sentido, hay mucha gente que combate y niega a un dios fabricado por ellos y otros que se arrodillan ante un dios igualmente fabricado por ellos, por lo cual es de suma importancia revisar qué imagen de Dios estamos utilizando, ya que en muchas ocasiones, en el dios que no cree el ateo es un dios en el que tampoco creo yo, no es el Dios cristiano.


Diversas representaciones de Dios muy extendidas en nuestra sociedad y que desfiguran el verdadero rostro de Dios:



-Pensamos en un Dios Todopoderoso que está allá arriba en el cielo y que dicta unas normas que debemos cumplir, nos está vigilando día y noche, por lo tanto cualquier cosa que hagas queda bien escrita para el Juicio Final. Es una imagen de legislador terrible, de juez supremo, de superpolicía al que no se le escapa una y está esperando ajustar las cuentas contigo. Lógicamente, con esta representación, la gente vive atemorizada y trata de ser buena por miedo, y por eso van caminando por la vida con esa cara de cordero degollado. Se nos olvida lo que nos dice San Juan " Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor perfecto echa fuera el miedo" (1 Jn, 4-18).

-Pensamos en un dios que está ahí fuera, que el cielo está lejos y que aquí en la tierra estamos los seres humanos con peligro constante de irnos al infierno. Es un dios de fuera, que se impone a nosotros, al cual debemos someternos obedientes para no disgustarle.

-Otra representación común es la del genio de la lámpara. Creemos en un dios que "trabaja para nosotros" a cambio de nuestras oraciones (así lo tenemos domesticado) y que, a cambio de éstas, debe cumplirnos el favor que le pedimos. Si no lo hace nos enfadamos... o decimos que no existe.

-Otra es la imagen que surgió en el s. XIX, el dios del teísmo. Este es un "dios tapón", lo colocamos allí donde nuestros conocimientos no llegan y lo expulsamos a patadas de aquello que podemos explicar. Es por ello que el avance de las ciencias parece "amenazar" a dios. Se nos olvida que el Dios verdadero está en todo y en todos, inmanente y trascendente, envolviéndolo todo, dando el ser a todo, porque en Él vivimos, nos movemos y existimos (Hch, 17, 28)

-Muy conectada al dios genio de la lámpara tenemos la del dios siervo entroncada en la superstición. "Le pongo una vela a San Judas, fotocopio 40 veces la oración tal y la reenvió a no sé cuántas personas". "Sacamos al santo en procesión para que llueva". No, miren ustedes, poner velas está muy bien, rezar a los santos es algo estupendísimo... pero no como si fueran "diocesillos paganos" y ni mucho menos tengamos con ellos una relación puramente mercantil... Y con respecto a lo del santo en procesión diré lo que dijo un cura en cierto pueblo malagueño "no, miren ustedes, sacar al santo está muy bien, pero Dios quiere que hagamos un pantano para estar preparados en las épocas de sequía".

-Por último, otra representación muy extendida es la de ese dios solitario, impasible, que está contemplando nuestras miserias y dice algo como "a ver como estos mortales reaccionan, y si son capaces de portarse bien después de todo, al final le concederemos el cielo, la vida, mientras lo que importa es que sufran, que se sometan y que den ejemplo, que yo quiero los males y el sufrimiento".

Como ven, estas imágenes son muy comunes, en todas ellas hay algo de verdad, pero dicha verdad se ha distorsionado terriblemente y a Dios lo hemos convertido en un dios falso, en un ídolo que esclaviza al hombre, que se presenta como un algo extraño que amenaza nuestra libertad.

Estos son los dioses en los que no creen muchos ateos, estos son los dioses en los que no cree el cristiano ( o más bien, no debe creer). Un dios como los que hemos mostrado no sólo no existe... sino que es más que deseable que no exista de ninguna manera.

Después de esta reflexión podemos comprender mejor lo que nos dice el Vaticano II sobre el ateísmo en la Gaudium et Spes, 19:

Quienes voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las cuestiones religiosas, desoyen el dictamen de su conciencia y, por tanto, no carecen de culpa. Sin embargo, también los creyentes tienen en esto su parte de responsabilidad. Porque el ateísmo, considerado en su total integridad, no es un fenómeno originario, sino un fenómeno derivado de varias causas, entre las que se debe contar también la reacción crítica contra las religiones, y, ciertamente en algunas zonas del mundo, sobre todo contra la religión cristiana. Por lo cual, en esta génesis del ateísmo pueden tener parte no pequeña los propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la religión.

No nos podemos quedar sólo en la crítica. En el siguiente post hablaremos del comportamiento moral, daremos algunas pinceladas sobre lo que nos dice la Revelación y la Teología y reflexionaremos sobre qué representaciones de Dios son más correctas. Hablaremos por tanto de cuál es el criterio para purificar nuestras imágenes de Dios y acercarnos al Trascendente.

martes, 19 de octubre de 2010

DIOS, FUNDAMENTO INCONDICIONADO, MISTERIO SANTO.


Dios no es «algo» que, junto con otras, cosas pueda ser incluido en un «sistema» homogéneo y conjunto. Decimos «Dios» y pensamos la totalidad, pero no como la suma ulterior de los fenómenos que investigamos, sino como la totalidad en su origen y fundamento absolutos; el ser al que no se puede abarcar ni comprender, el inefable que está detrás, delante y por encima de la totalidad a la que pertenecemos nosotros, con nuestro conocimiento experimental.

La palabra «Dios» apunta a este primer fundamento, que no es la suma de elementos que sostiene y frente a la cual se encuentra, por eso mismo, creadoramente libre, sin formar con ella una «totalidad superior».
Dios significa el misterio silencioso, absoluto, incondicionado e incomprensible. Dios significa el horizonte infinitamente lejano hacia el que están orientados desde siempre, y de un modo trascendente e inmutable, la comprensión de las realidades parciales, sus relaciones intermedias y su interacción.
Este horizonte sigue silencioso en su lejanía cuando todo pensamiento y acción orientados hacia él han sucumbido a la muerte. Dios significa el fundamento incondicionado y condicionante que es precisamente el misterio santo en su eterna inabarcabilidad.

Cuando decimos «Dios», no debemos pensar que todos comprenden esa palabra y que el único problema sea el de saber si realmente existe aquello que todos piensan cuando dicen «Dios».
Muchas veces, Fulano de Tal piensa con esta palabra algo que él con razón niega, porque lo pensado no existe en realidad.
Imagina, en efecto, una hipótesis de trabajo para explicar un fenómeno particular hasta que la ciencia viene a dar la explicación correcta; o imagina un coco hasta que los propios niños caen en la cuenta de que no pasa nada si se comen las golosinas.

El verdadero Dios es el misterio absoluto, santo, al que sólo cabe referirse, en adoración callada, como al fundamento silenciosamente abismal que lo fundamenta todo: el mundo y nuestro conocimiento de la realidad. Dios es aquel más allá del cual, en principio, no se puede llegar, porque, aun en el caso de haber descubierto una «fórmula universal» –con la que, de hecho, ya no habría nada más que explicar–, no se habría llegado con toda seguridad más allá de nosotros mismos; la propia fórmula universal quedaría flotando en la infinitud del misterio precisamente en cuanto comprendida.


Es un genial fragmento de La gracia como libertad, 20-21, del gran teólogo Karl Rahner.

viernes, 15 de octubre de 2010

Curiosidades





Os propongo un juego muy facilito, que consiste en observar ambas imágenes y responder (por escrito o mentalmente) a las siguientes preguntas:

¿Alguien sabe cual es la principal diferencia entre un crucifijo y otro? ¿Saben qué significa dicha diferencia?

jueves, 14 de octubre de 2010

Para reflexionar




"Aún por encima del Papa como expresión de lo vinculante de la autoridad eclesiástica se halla la propia conciencia, a la que hay que obedecer la primera, si fuera necesario incluso en contra de lo que diga la autoridad eclesiástica. En esta determinación del individuo, que encuentra en la conciencia la instancia suprema y última, libre en último término frente a las pretensiones de cualquier comunidad externa, incluida la Iglesia oficial, se halla a la vez el antídoto de cualquier totalitarismo en ciernes y la verdadera obediencia eclesial se zafa de cualquier tentación totalitaria, que no podría aceptar, enfrentada con su voluntad de poder, esa clase de vinculación última."


Por si se tiene la tentación de tacharme poco menos que de hereje, anti-sistema o similares, dejaré claro que este texto pertenece, ni más ni menos, a Joseph Ratzinger.

Sobre este punto es interesante leer la Gaudium et Spes, 16.

¡Qué maravillosa es la libertad del cristiano!

miércoles, 13 de octubre de 2010

Adán y Eva según el Islam.



Que nadie se ofenda... que un poco de humor sano nos viene bien a todos.


PD: Espero que no me venga ninguna "inspección" al blog como a la discoteca aquella

martes, 12 de octubre de 2010

Nuestra Señora del Pilar


¡Oh Virgen del Pilar, Reina y Madre!

España y todas las naciones hispanas reconocen con gratitud tu protección constante y esperan seguir contando con ella.

Obténnos de tu Hijo fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor.

Queremos que en todos los instantes de nuestra vida sintamos que tu eres nuestra Madre.

Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.


¡Madre del Pilar, te ruego que bendigas a todos los lectores y amigos de este blog!

domingo, 10 de octubre de 2010

Parecidos razonables... e inquietantes.


Año 1939, "Un judío, independientemente de su edad, es claro que es un ser vivo; ahora bien, no puede afirmarse que sea un ser humano, no hay base científica para ello". Adolf Hitler (Partido Nacionalsocialista Alemán)




Año 2009, "Un feto es un ser vivo, pero no puede ser un ser humano porque eso no tiene ninguna base científica". Bibiana Aído (Partido Socialista Obrero Español)

jueves, 7 de octubre de 2010

Azar y diseño finalístico; ¿El hombre es sólo materia?



"Mihi quaestio factus sum", "Me he convertido en una pregunta para mí mismo", San Agustín, Confesiones X, 33-50.


En entornos educativos donde se estudian problemas de Biología y Teología, hay un debate amplio sobre la oposición entre el punto de vista Darvinista de la evolución –desde la primera célula hasta el Hombre- y la posición, generalmente atribuida a fundamentalistas bíblicos de Estados Unidos, que insiste en afirmar un “diseño Inteligente” para conseguir un fin libremente escogido por el Creador. Quiero desarrollar un enfoque que subraya el carácter no científico de las presuposiciones que afirman azar o finalidad al hablar de la evolución,con la consecuencia lógica de que no es necesario escoger entre ambas posiciones como sifuesen contradictorias .(afirmando y negando lo mismo desde el mismo punto de vista).

Primeramente es necesario recordar los límites de la metodología científica. La “Ciencia”, en el sentido en que ahora se usa la palabra para describir un conocimiento distinto del contenido en las “Humanidades”, trata de las interacciones de la materia. Son éstas unas formas de actuar que pueden ser comprobadas en un experimento, que lleva a medidas que luego pueden usarse para predecir lo que va a ocurrir en el futuro o para inferir un estado previo del sistema que se estudia. Esto es lo que se supone cuando atribuimos a la ciencia la objetividad y universalidad que permite que el mismo resultado sea obtenido por cualquier investigador en cualquier época y en cualquier cultura. Resultados irreproducibles no se aceptan como evidencia, y ninguna teoría tiene carácter científico si es imposible –en principio, no por limitaciones tecnológicas- el realizar un experimento para comprobarla. La teoría puede ser matemática y conceptualmente muy atrayente, pero será “ciencia ficción” si nunca puede someterse a prueba experimental.

“Otros Universos” que se postulan frecuentemente como un modo de soslayar dificultades que se encuentran en la descripción física del Universo que observamos, por su misma definición son totalmente incognoscibles, por muchas que sean la ecuaciones que sugieren que pueden existir. Son ciencia ficción, y un modo muy pobre de esquivar los problemas que no podemos resolver en el único Universo que conocemos y comprobamos. Es totalmente gratuito el asumir que todo lo que es posible matemáticamente debe existir de hecho: la matemática es un lenguaje humano, muy útil para describir las relaciones cuantitativas que se encuentran en la realidad, pero es solamente un lenguaje, no una imposición sobre la naturaleza ni un encantamiento mágico para hacer que algo ocurra.

“Finalidad”, “Casualidad”, “Motivación” no pueden ser detectadas por ningún experimento ni reducidas a un número en una ecuación. Aun en el caso de un producto tecnológico para un fin obvio, científicamente es imposible probar por qué razón existe. Pero nosotros inferimos constantemente una razón –su finalidad- a partir del estudio de sus propiedades y de la deducción lógica de su inutilidad si esas propiedades se alterasen en forma importante. Un automóvil no sería comprensible si tuviese triángulos en lugar de ruedas, si no tuviese volante o algo equivalente para controlarlo, si estuviese hecho de un material frágil, etc. Es obvio que no está hecho para cruzar el océano ni para volar ni para servir de maceta a unas plantas: solamente tiene sentido como hecho para moverse sobre una superficie básicamente plana y dura, bajo el control humano.

El pensamiento (no la actividad de las neuronas cuando pensamos) no puede detectarse experimentalmente; lo mismo debe decirse del posible valor de una idea cuando se escribe poesía. Ni el valor literario de un libro ni el nivel artístico de una pintura pueden demostrarse experimentalmente. Lo mismo es aplicable a nuestras relaciones familiares, nuestro sentido del deber, nuestras preocupaciones sociales: todo lo que constituye verdaderamente la vida y la cultura humana es imposible detectarlo y cuantificarlo siguiendo la metodología científica estrictamente.

En la misma Ciencia, las preguntas más básicas no pueden responderse con ninguna ecuación. En palabras de John Archibald Wheeler1, la pregunta más importante es “por qué hay algo en lugar de nada”. Esto cae fuera del ámbito de la Física, y solamente puede ser objeto de una investigación Metafísica. También admite Stephen Hawking que las ecuaciones describen un Universo, pero no dicen por qué hay un Universo que se ajusta a las ecuaciones2. Una y otra vez el “por qué” y “para qué” finales de la misma materia se muestran como un misterio insoluble si restringimos nuestro punto de vista a los hechos comprobables experimentalmente.

Pero no nos sentimos satisfechos con los datos limitados y los métodos restringidos de la ciencia. Durante la segunda mitad del siglo pasado, cosmólogos famosos han propuesto el “Principio Antrópico”3 que intenta inferir la finalidad del Universo a partir de un estudio detallado de las consecuencias que se seguirían, de acuerdo con las leyes físicas, de cambiar cualquier parámetro de la materia ya en el momento inicial de su evolución. Debe decirse claramente que buscar esa respuesta exige abandonar el modo puramente físico de pensar: es un principio metafísico el que se infiere de los datos de las ciencias de la materia.

Pero es lógico que nos interese encontrar una respuesta, del mismo modo que nos interesa la belleza de un poema y no sólo la composición química del papel y de la tinta del libro en que lo leemos.

Wheeler nos presenta el Principio Antrópico como indicando que el Universo apunta a la vida inteligente como la única razón satisfactoria para la selección de parámetros en la Gran Explosión inicial. Para ello se dirige a la naturaleza más íntima de la materia tal como la estudia la ciencia: es “ajustable”, puede existir en múltiples modos diversos, puesto que está en continuo cambio. Pero lo que puede existir de distintos modos necesita ser determinado extrínsecamente para que de hecho exista en una forma concreta en lugar de otra.

Podríamos decir que la afirmación más universal acerca de la materia es la de su dependencia del tiempo, pues cualquier cambio implica propiedades distintas en tiempos sucesivos. Esto nos lleva a la necesidad de aceptar o una causalidad hacia el pasado –la solución que Wheeler propone, cayendo en el ejemplo más obvio de un círculo vicioso- o la creación de la materia por un agente no-material, no restringido al espacio y el tiempo. Pero una creación en sentido estricto necesariamente implica una potencia infinita4 - junto con el conocimiento de todas las posibilidades ilimitadas de hacer un Universo- y una elección de parámetros para el que de hecho se crea. Tal elección implica finalidad.

Sería absurdo considerar que la existencia de estrellas agotando sus combustibles durante miles de millones de años o el arrastrarse de entidades biológicas sin conciencia de sí mismas son razón suficiente para que un Ser personal e inmaterial haya creado el Universo. La Física encuentra los límites más estrictos a los parámetros de la materia en la exigencia de que al menos en un lugar del Universo pueda existir vida inteligente; la Filosofía y la Teología concurren afirmando que la única finalidad lógica de un Creador personal debe ser la existencia de otros seres personales –inteligentes y libres- que pueden reconocer su deuda de gratitud al Creador y participar de la felicidad de la fuente infinita de todo ser que quiere comunicar su propia vida.

Desde el punto de vista de la Física podemos también determinar los límites de toda la actividad material. La ciencia moderna acepta solamente cuatro interacciones –gravitatoria, electromagnética, nuclear fuerte y nuclear débil- que definen lo que la materia es con una definición operativa, típica de la metodología científica. Ninguna de estas interacciones incluye conciencia, pensamiento abstracto o voluntad libre entre sus efectos, dejando así fuera del ámbito de la materia la actividad más propia y obvia del Hombre. Si el Creador – personal, inteligente y libre - es inmaterial, es lógico aceptar la posibilidad de que cree otras entidades inmateriales dotadas de capacidades similares, aunque de un nivel infinitamente inferior: sólo lo que supera a la materia puede actuar en una forma que rebasa las cuatro interacciones que definen a la materia.


Evolución Cósmica


Cuando el Universo comienza a existir, sin un estado previo del cual pueda derivar sus propiedades (antes de la Gran Explosión no había antes), cualquier conjunto de propiedades iniciales puede considerarse “arbitrario” en el sentido obvio de que no hay una razón previa de que tal Universo exista en lugar de otro posible. Pero un Creador que quiere crear por un fin –y que no está limitado por condicionamientos temporales (propios solamente de la materia)- puede y debe escoger las condiciones iniciales con un conocimiento exhaustivo de las consecuencias, en toda la historia futura, de hacer el Universo de una manera concreta, y esto hasta el nivel más íntimo de cada partícula y unidad de energía, y de su actividad en cada momento de la evolución cósmica. No puede nunca ocurrir algo inesperado o sorprendente para la Inteligencia Infinita que ve toda la historia cósmica en su “ahora” eterno.

Esto no implica que el Creador esté imponiendo con un “fiat” lo que cada átomo hace en cada momento: una vez creada la materia con propiedades adecuadas para obtener el fin buscado, la materia actúa según sus leyes propias, consecuencia de su naturaleza.

Esta afirmación se interpreta equivocadamente cuando se deduce de ella la negación de verdadera libertad en el Hombre. Si fuese posible construir una “máquina del tiempo” –no para viajar al futuro, sino simplemente para observarlo en una pantalla de ordenador- sería de utilidad para conocer qué va a ocurrir (ya sea por leyes físicas o por actividad humana libre), pero mi conocimiento no determinaría que ocurra lo que yo observo. Lo mismo puede decirse del conocimiento total que Dios tiene del futuro como si fuese presente: para Dios no hay períodos de espera ni hechos imprevistos. Y nada –ni siquiera conocimiento nuevopuede añadirse, como resultado de la evolución cósmica, al Ser estrictamente infinito, en el que no hay posibilidad de cambio, según exige necesariamente la lógica al describir su naturaleza no limitada por coordenadas de espacio ni tiempo.

Desde el primer instante de la Gran Explosión hasta el presente, la naturaleza desarrolla estructuras que llevan a la síntesis, en estrellas de gran masa, de los elementos necesarios para la vida en toda su maravillosa variedad. Cuando esta evolución alcanza en la Tierra la formación de un entorno adecuado, la vida aparece, a pesar de la probabilidad infinitesimal de que tal hecho ocurra5. Miles de millones de años más tarde, en una serie –imposible de predecir- de pequeños cambios y de extinciones catastróficas, la materia viviente está finalmente dispuesta para su función como co-principio con el espíritu en el único “animal racional” que es el Hombre.

Pero la materia solamente puede evolucionar para dar otras formas de materia. ¿Se debe sólo a la materia el pensamiento y la conciencia?


Evolución Biológica


Cuando comprobamos que la vida más primitiva, según sus huellas en las rocas sedimentarias de hace miles de millones de años, estaba limitada primeramente a organismos microscópicos unicelulares y que luego se desarrolló en formas más y más variadas y complejas, resulta ilógico el negar la evolución como un hecho. La mayor parte de las especies se han extinguido a lo largo de las edades de la Tierra, y es bien conocida la muerte de los dinosaurios hace 65 millones de años, que libró al planeta de su presencia abrumadora y abrió el camino para el desarrollo de los mamíferos. Solamente una obsesión de interpretar la Biblia como un tratado literal de geología y biología (que debía ser compatible con la abundancia de datos en contra) podría implicar que la evolución no ha ocurrido.

Pero los problemas filosóficos y teológicos en este campo no nacen de los datos que la ciencia presente con innegable fuerza probativa. La raíz del problema se encuentra en las presuposiciones filosóficas que se añaden con respecto a dos puntos cruciales: el impulso que pone en marcha la evolución en general (y su modo de realizarla) y el paso de vida no-inteligente (primates) al Hombre. En el primer caso el frente de batalla se define en términos de una alternativa de exclusión mutua: o la evolución ocurrió solamente por azar (seguido por la supervivencia de los individuos mejor dotados y la adaptación al entorno) o por una tendencia intrínseca dada por el Creador de acuerdo con un plan –un “Diseño Inteligente”- en el que nada ocurre por casualidad. Es aquí donde un uso más matizado de las palabras y unos conceptos definidos con mayor exactitud se hacen necesarios para evitar extremos que pueden terminar en la negación o de la evolución como hecho o de la existencia del Creador.

El “AZAR” no es un parámetro medible de la materia, como lo son la masa y la carga eléctrica. No puede introducirse en una ecuación como un factor (aunque se usa un concepto relacionado con azar, la “probabilidad” para calcular un resultado esperado). En una forma más directa de hablar, podría decirse que “azar” es la forma culta de decir “porque sí”. ¿Por qué una ardilla concreta cruza hoy en frente de mi automóvil y muere atropellada?

No hay modo alguno razonable de establecer una correlación predictiva entre mi viaje y el constante corretear de la ardilla, y por eso respondo que la muerte del animal bajo mi auto es un resultado del azar. Lo mismo debe decirse de que un rayo cósmico, con una energía determinada, impacte en un cromosoma concreto en una célula sexual de un animal y cause una mutación. Desde el punto de vista de la ciencia, es el azar solamente el que aparece como razón, y en este sentido, el azar es un elemento constantemente presente en nuestra vida y en la mayor parte de los hechos que ocurren independientemente en el Universo.

Pero cada interacción de la materia es una consecuencia necesaria de las propiedades y fuerzas presentes en cada momento: no hay lugar en la ciencia para ningún tipo de “espontaneidad” o “creatividad” que lógicamente supondría un grado de libre albedrío aun en las partículas más básicas de la materia. Afirmar lo contrario no sólo sería totalmente gratuito, sino que haría imposible predecir resultados con certeza y la ciencia sería imposible.

En cambio, desde el punto de vista de la Inteligencia Infinita que ve en todo detalle la evolución del Universo, desde la Gran Explosión hasta el último cambio de mínima energía en un lejanísimo futuro, nunca hay un suceso inesperado. El azar no puede ser aplicable al conocimiento atemporal y perfecto que el Creador tiene siempre, y que hace que la selección de condiciones iniciales y de las leyes de desarrollo sea el modo infalible de obtener el fin para el cual se crea el Cosmos. La supuesta contraposición irreductible entre azar y diseño no es real, pues ambas respuestas se dan a niveles distintos, y ni la una ni la otra son objeto de una posible comprobación experimental. La metodología científica no puede demostrar la presencia ni la ausencia de finalidad: en ambos casos se introducen consideraciones filosóficas para encontrar una razón de hechos que se aceptan como tales, pero la razón no puede encontrarse en las leyes de la naturaleza –de ahí el recurrir al “azar”- mientras que la Filosofía y la Teología sí proporcionan una respuesta coherente.

La controversia acerca de cómo enseñar la evolución en el ámbito académico es errónea en su planteamiento. La Biología debe tratar de las etapas de la vida en la Tierra y explicar los mecanismos por los que ocurren mutaciones que finalmente dan lugar a la variedad de especies actuales y a los individuos concretos de todas las formas vivientes. Esta tarea está aún muy lejos de considerarse terminada, y biólogos eminentes confiesan su asombro ante la dificultad de explicar pasos evolutivos drásticos en términos de cambios mínimos sucesivos, o de atribuir al mismo entorno (por ejemplo, el océano) la enorme variedad de vida desde simples células a animales como el pulpo o la ballena. Lo mismo puede decirse al tratar de la coincidencia en el mismo organismo de todos los cambios genéticos necesarios para un paso evolutivo importante (“Equilibrio puntuado”) y de la necesidad de muchos individuos con el mismo cambio para que se perpetúe en la especie.

La cuestión del azar o diseño no toca para nada lo que la Biología debe explicar. Se trata, en realidad, de un tema que debe discutirse con toda propiedad en una clase de Filosofía, tal vez dentro del contexto de la Cosmología, y de buscar la razón de que “haya algo en lugar de nada”. Es ahí solamente donde debe estudiarse si el Universo tiene sentido, ya sea como única entidad física compleja, con niveles múltiples de estructura y actividad, o en los hechos concretos que la Ciencia debe atribuir tan sólo a la necesidad de las leyes de la materia y a la coincidencia casual de hechos no relacionados entre sí.


El Origen de la Inteligencia


Una vez más, el modo común de presentar el problema del origen del Hombre consiste en plantear una alternativa sin matices: o existimos por simple evolución biológica a partir de un primate, antecesor común de monos y hombres, o por creación directa a partir de barro inerte del cual se formaría el cuerpo (sin relación con el resto del mundo viviente) en el cual se introduce luego el espíritu. Y esto se supone que significa también la negación del alma en la primera respuesta (que solamente admitiría una estructuración mayor de la materia) mientras el alma se afirma como el elemento específico de la naturaleza humana, por el cual el Hombre es “Animal Racional” y también “Imagen y Semejanza” del Creador.

La base para encontrar una resolución razonable al problema debe hallarse en los conceptos de materia e inteligencia, ambos usados frecuentemente sin el paso inicial necesario de establecer una definición adecuada de cada uno. No es posible una discusión seria si antes no dejamos claro lo que significa cada término, y el punto de partida no puede ser una posición filosófica a priori que sólo acepta la existencia de la materia y explicaciones de la realidad basadas sobre sus actividades.

Como se indicó ya en este ensayo, la materia se define en Física en términos de sus interacciones. No tenemos una comprensión intuitiva de las esencias, aun para los objetos más comunes de nuestra experiencia diaria, pero atribuimos la gama de actividades a la naturaleza de las cosas, identificando así a objetos distintos por lo que hacen. Dicho en lenguaje popular, “si tiene el aspecto de un pato, y se menea como un pato, y grazna como un pato, es un pato”. En términos más científicos, si tiene la masa de un electrón, y la carga de un electrón y el espín de un electrón, es un electrón.

Aceptamos cuatro modos de actuar de la materia que pueden comprobarse experimentalmente, y especificamos sus efectos y su alcance y los objetos que son afectados por cada uno. La totalidad de la materia –partículas, energía, el vacío físico, espacio y tiempo- se ve afectada por la gravitación, que causa atracciones y distorsiones que no es preciso detallar. Partículas que poseen un “algo” nuevo –“carga eléctrica”- reaccionan entre sí con intensas atracciones y repulsiones que explican las propiedades comunes de rigidez, dureza, reactividad química, estructuración inorgánica o biológica. Las dos fuerzas nucleares explican los átomos de los elementos en el Sistema Periódico, su formación en estrellas, la abundancia relativa de cada elemento a lo largo de la historia cósmica. No ha sido necesario hasta ahora el introducir una quinta fuerza para explicar ninguno de los datos que se obtienen del mundo real a nivel alguno. Y la ley más básica de la Ciencia afirma que en cualquier interacción, “nada se crea ni se destruye; sólo se transforma” aunque el cambio sea tan drástico como el que desaparezcan partículas en forma de pura energía, o al revés.

Otras “leyes de conservación” (de carga eléctrica neta, de momento lineal y angular…) son también restrictivas con respecto a lo que puede ocurrir físicamente.

Si queremos explicar al Hombre, no podemos detenernos a este nivel. Lo más evidente para cada uno de nosotros es nuestra propia consciencia, el darnos cuenta de que pensamos y escogemos libremente. La Química, la Física y la Biología pueden dar una descripción detallada de todos los cambios energéticos que tienen lugar cuando doblo mi brazo, pero no pueden decir por qué el brazo se dobla cuando yo quiero, ni por qué soy consciente de que lo doblo por una decisión libre. Esta consciencia, si se debiese a la actividad material de las neuronas del cerebro, lógicamente debería contener -antes que nada- el darnos cuenta de esa actividad como tal. Pero nadie sabe ni que existen las neuronas sin estudiar Biología y Anatomía: la materia no es consciente de sí misma con respecto a ningún órgano interno de nuestro cuerpo. En la visión, tengo conocimiento del objeto que veo, pero no de los cambios que ocurren en la retina o del procesado de las señales en el cerebro. La consciencia no puede atribuirse a la materia si nos ceñimos a su definición operativa: ninguna de las cuatro fuerzas aceptadas por la Física dan indicación alguna de tener la capacidad de producirla.

¿Qué es la inteligencia? Hablamos a la ligera de la inteligencia de un perro o de un delfín, porque pueden aprender trucos mediante un entrenamiento que lleva a una respuesta específica –una manera de actuar- como reacción a un estímulo (una voz o un gesto).

Todavía más inexacto es el término cuando se aplica a ordenadores, que no tienen interés en conocer nada ni satisfacción en realizar una tarea, que se determina en forma puramente extrínseca por un programador. Pero la inteligencia no es un modo de actuar, sea por instinto, por reflejos condicionados o por impulsos electrónicos: es una manera de conocer, aun conceptos abstractos que no pueden entrar en la mente a través de los sentidos. La Filosofía, la Matemática Pura, las teorías científicas más modernas, quedan tan lejos de nuestros datos sensoriales que aun el imaginarse su contenido resulta imposible.

Estudiamos aspectos de la realidad que no pueden identificarse con nada de nuestra experiencia diaria, y apreciamos su belleza lógica, su ilación necesaria en pruebas abstractas, su pura racionalidad. Desde los teoremas de la Geometría Euclídea hasta los misterios de la Teoría de Supercuerdas, la inteligencia verdadera se ocupa de algo muy lejano de las cuatro interacciones de nuestros experimentos. Sería totalmente arbitrario e ilógico el atribuir nuestros avances culturales en cualquier campo a la actividad ciega de partículas y energías.

Ningún científico aceptará que alguien pueda controlar un experimento con su pensamiento o la fuerza de su voluntad libre: prueba de que hay una profunda convicción de que nuestros pensamientos y deseos no añaden nada al entorno material que describe la Física. Esa misma actitud subyace aun a los esfuerzos –realmente equivocados- de reducir la personalidad humana a su código genético –que no cambia desde la concepción hasta la muerte- como si todos los logros de los mayores genios en ciencia, arte o literatura, no fuesen nada que valga la pena considerar. Este es el resultado contradictorio de querer reducir todo a la actividad de la materia, cuando es obvio que ni la ciencia misma puede identificarse con una estructura atómica o una serie de cambios energéticos.

Estamos, en consecuencia, ante un innegable doble nivel en la actividad humana, que requiere dos fuentes distintas, materia y espíritu, íntimamente unidas en una única realidad personal que es el sujeto de ambas, con influencias mutuas profundas y misteriosas, pero con funciones claramente distintas. Sería absurdo negar nuestra materialidad, pero podría decirse que sería menos lógico todavía el ignorar nuestra consciencia inmaterial. La búsqueda de Verdad, Belleza y Bien es lo que motiva lo que hay de más admirable en la existencia humana, desde las cuevas de la Edad de Piedra hasta la actual era del espacio.

En los intentos de reducir la inteligencia a la materia, se afirma –sin prueba alguna- que cuando la materia del cerebro está suficientemente estructurada, la inteligencia emerge espontáneamente como un nuevo nivel de actividad, pero sin que haya una nueva causa entitativa. Esto no explica nada, aunque quiera apoyarse en el ejemplo de la electrónica moderna, donde corrientes eléctricas son la única realidad comprobable en una imagen de televisión o en el monitor de un ordenador. El programa de TV no será entretenido o aburrido como consecuencia de la calidad de las corrientes eléctricas: apreciamos o despreciamos el trabajo de alguien que preparó el guión y el contenido del programa. Decir que no hay más en la televisión que una corriente de electrones sería tan superficial como el considerar que una tragedia de Shakespeare no es más que unas manchas negras en el papel impreso.

Si la materia, aun en el grado sumo de orden y estructuración en el cerebro, no puede producir pensamiento, será imposible atribuir la inteligencia humana al desarrollo, durante épocas geológicas, de primates con creciente volumen cerebral. Esto es, además, incompatible con el hecho de que delfines y elefantes tengan más cerebro que nosotros, y que hay casos de personas hidrocefálicas, con corteza cerebral muy reducida, que no muestran disminución alguna de la inteligencia. El Hombre no puede explicarse por simples cambios materiales en la programación genética de un primate anterior: la teoría de la evolución se presentaría falsamente como una respuesta suficiente para nuestra existencia.

Es verdad que la Biología debe proporcionar una base adecuada para el espíritu humano –y no hay nada vergonzoso en usar tejidos vivientes en lugar de barro muerto para ese fin- pero el espíritu humano solamente puede ser creado por el Creador espiritual que es también la razón de que el Universo material exista. Decir lo contrario no sólo es inaceptable filosóficamente, sino que también resulta ser muy pobre como Ciencia.


La Ciencia y la Fe cristiana


Hemos alcanzado un punto en el que tenemos que aceptar que ni la Ciencia (Cosmología, Química, Biología) ni la Teología nos dan una respuesta total al “por qué” y el “cómo” de la existencia y evolución del Universo y de nuestro lugar en él. Ambas son maneras limitadas de conocer una realidad maravillosa que sobrepasa nuestro entender casi a cada paso, aunque siempre tenemos que respetar los datos, por difícil que sea encajarlos todos en una descripción coherente. Necesitamos los puntos de vista complementarios y las diversas metodologías de acercarnos a los problemas, y tenemos que cuidarnos de no introducir presupuestos filosóficos o prejuicios de cualquier tipo como base para una afirmación científica o teológica.

Siempre que se ha dado un conflicto intelectual, en la historia de la cultura, podemos encontrar sus raíces en el intento inconsciente de reducir todas las formas de conocimiento a una única metodología, sea la experimentación o la lectura literal de la Biblia. Debemos aprender de los errores del pasado y establecer claramente el significado de términos clave y el punto de vista desde el cual se presenta el problema, con sus límites y sus pruebas.

Es también evidente que el ser eminente en Teología no da derecho a hablar de Ciencia, ni el saber mucho de Física autoriza a un Doctor en ese campo a sentar cátedra acerca de la existencia de Dios o la finalidad del Universo y del Hombre. Si esto ha sido siempre así, aun en épocas pasadas cuando parecía posible que una persona abarcase todo el conocimiento humano, es claramente obvio hoy, cuando cada especialista se siente solamente capaz de cubrir una pequeña porción de cualquier ciencia o estudio teológico.

Toda Sabiduría se encuentra en grado eminente en el Ser Infinito que nos habla con los dos libros, de la Naturaleza y de la Revelación. Porque es la absoluta Verdad, Belleza y Orden, el Creador es también el fundamento más básico de que la misma Ciencia sea posible; así lo confesaba Einstein cuando decía que la Ciencia es posible porque el Universo no es absurdo: no puede haber contradicciones entre verdades de diversos campos, que son reflejos parciales de la única Verdad que se encuentra en Dios.


Manuel M. Carreira, S.J, PhD


REFERENCIAS

1. WHEELER, J.A., The Universe as Home for Man, The American Scientist, Jan-Feb
1977
2. HAWKING, Stephen, A Brief History of Time, Bantam Books, New York 1988, p. 174
3. BARROW, J. y TIPLER, F. The Anthropic Cosmological Principle, Clarendon Press,
Oxford 1986.
4. Usando la simbología matemática, solamente es posible obtener un número
(cualquiera) actuando sobre el cero al multiplicarlo por el infinito. Ni el cero ni el
infinito se pueden utilizar para numerar nada real: en ese sentido no son números
propiamente dichos. De un modo semejante: sólo una realidad no material de infinito
poder puede producir materia a partir de la nada.
5. Véase en The Anthropic Cosmological Principle, p. 565: la probabilidad de ensamblar
un gen por azar es del orden de 1 en 10109 a 1 en 10217 . El número de partículas
atómicas en el Universo se calcula en 1090 , alrededor de un cuatrillón de veces
menos. Para el genoma humano completo, la probabilidad no puede ni siquiera
imaginarse : 1 en 1012 millones .
6. BEHE, M.J., DEMBSKI, W.A., MEYER, S.C., Science and Evidence for Design in the
Universe, Ignatius Press, San Francisco 2002, p. 113-123




PD: Sé que es largo ,pero creo que es de vital importancia leer textos como estos para formarnos una visión de conjunto acertada sobre temas de este tipo.

Para iniciar cualquier discusión es fundamental establecer previamente el paso de definir con claridad los conceptos para que, siguiendo el recto raciocinio, podamos construir un discurso sólido y coherente. A partir de ahí ya se puede hablar con propiedad, sin prostituir las palabras y los conceptos, sin cambiar los significados de las palabras en base a nuestras posiciones filosóficas apriorísticas.

Con el trabajo que me ha costado poder poner este texto aquí (parecía que se había peleado con blogger, todo daba error) espero que, al menos, os sirva de algún provecho.

Debido a su extensión estaré sin actualizar unos días, para que pueda leerse con tranquilidad.

Para más información sobre este mismo punto os dejo aquí un enlace: http://www.uca.edu.sv/facultad/chn/c1170/carreira1.pdf

El amor






« Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él » (1 Jn 4, 16).





Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.


Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.

Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.

El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.

El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas.

Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto.

Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí.

En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.


Carta de San Pablo a los Corintios 13, 1-13


miércoles, 6 de octubre de 2010

El soldado



En 1972, en una revista clandestina se publicó una oración encontrada en el bolsillo de la chaqueta del soldado Aleksander Zacepa, compuesta poco antes de la batalla en la que perdió al vida en la Segunda Guerra Mundial. Dice así:


¡Escucha, oh Dios! En mi vida no he hablado ni una sola vez contigo,
pero hoy me vienen ganas de hacer fiesta.
Desde pequeño me han dicho siempre que Tú no existes...
Y yo, como un idiota, lo he creído.

Nunca he contemplado tus obras,
pero esta noche he visto desde el cráter de una granada el cielo lleno de estrellas
y he quedado fascinado por su resplandor.
En ese instante he comprendido qué terrible es el engaño...

No sé, oh Dios, si me darás tu mano,
pero te digo que Tú me entiendes...
¿No es algo raro que en medio de un espantoso infierno
se me haya aparecido la luz y te haya descubierto?

No tengo nada más que decirte.
Me siento feliz, pues te he conocido.
A medianoche tenemos que atacar,
pero no tengo miedo,
Tú nos ves.

¡Han dado la señal!
Me tengo que ir.
¡Qué bien se estaba contigo!
Quiero decirte, y Tú lo sabes, que la batalla será dura:
quizá esta noche vaya a tocar a tu puerta.
Y si bien hasta ahora no he sido tu amigo, cuando vaya,
¿me dejarás entrar?

Pero, ¿qué me pasa? ¿Lloro?
Dios mío, mira lo que me ha pasado.
Sólo ahora he comenzado a ver con claridad...
Dios mío, me voy... Será difícil regresar.
¡Qué raro!, ahora la muerte no me da miedo".



Dios puede salir a nuestro encuentro en cualquier momento y en cualquier situación, Él trabaja siempre (Jn 5, 15-18) y sólo espera a que libremente le abramos el corazón.

Un hecho tan sencillo como mirar las estrellas, algo que posiblemente este soldado habría hecho más de una vez en su vida, se convierte en un encuentro con Dios. Cabe preguntarse ¿cómo es eso?, ¿qué ha cambiado?
En mi opinión creo que la clave está en cambiar el verbo, de mirar a contemplar, dejarse interpelar por la misteriosa belleza de todo lo creado, belleza que canta las glorias de su Creador.

La contemplación nos lleva a bucear en nuestro corazón donde, como diría Santa Teresa, Él secretamente mora, y esto es una experiencia que puede transformar al hombre y elevarlo a Dios.

Todo lo dicho presupone libertad, la libre disposición del hombre de querer encontrar a Dios porque, recordemos, sin libertad no hay amor y sin amor no se puede encontrar a Dios.




Esa noche el soldado Aleksander Zacepa perdió la vida en combate... ¿o la encontró?


martes, 5 de octubre de 2010

CIENCIA Y TECNOLOGÍA: ¿EL NUEVO ÁRBOL DEL PECADO ORIGINAL?


A veces se ha dicho que la ciencia es algo pecaminoso, casi diabólico. Pero la ciencia es conocimiento, comprensión de la obra de Dios, y el conocer es siempre bueno. Dios, que es la infinita Bondad, lo conoce todo, y Él ha puesto en nosotros esa ansia de encontrar Verdad y Orden en cuanto nos rodea.

La ignorancia es una privación, y nunca resuelve ningún problema, por eso la Iglesia , de una manera explícita en el Concilio Vaticano II y en la Encíclica "Fides et Ratio " de Juan Pablo II, exhorta a los científicos a buscar siempre la Verdad en su campo, y quiere que la Iglesia esté presente en ese quehacer humano, algo de lo que la humanidad puede enorgullecerse, aunque no tuviese consecuencias directas sobre nuestro modo de vida. Por eso hay un "Observatorio Vaticano", dedicado a la más "inútil" de las ciencias, la Astronomía.

Pero nuestro conocer científico tiene luego aplicaciones prácticas, algunas inmediatamente previsibles y otras no. Se cuenta que alguien preguntó a un diletante de la electricidad primitiva, que le enseñaba sus "juguetes" de laboratorio que producían chispas y atracciones y repulsiones, "Y esto, ¿para qué sirve?". Y él contestó: "Y ¿para qué sirve un bebé recién nacido?".

De un modo semejante se dijo que el láser era "una solución en busca de un problema" allá por 1960: nadie sabía para qué podría utilizarse. Es digno de admiración el optimismo de grandes empresas que dejan a científicos eminentes trabajar en lo que quieran , sin exigirles productos vendibles cada cierto tiempo, confiando en que su deseo de conocer mejor la naturaleza será utilizable finalmente. Así se logró el transistor, el láser, el pegamento instantáneo que pega hasta los dedos. Y otros productos, sin buscarlos, resultaron de la actitud alerta de quienes trabajaban en algo totalmente distinto, como el horno de microondas. Así se desarrolla la tecnología en direcciones inesperadas: pensemos en la informática, con Internet, correo electrónico, GPS, teléfono por satélite.

Si la ciencia se convierte en tecnología, dando no solamente conocimiento sino la capacidad de influir en la naturaleza y en la sociedad, entra en juego en ese uso el considerar las consecuencias de su utilización práctica (o de no aplicarla). Si se pudiese ofrecer al mundo una vacuna contra el cáncer u otra enfermedad y no se hiciese, sería un crimen el silencio. Lo sería también el utilizar la tecnología para imponer cualquier tipo de tiranía o restricción de la dignidad de una persona.

No es la ciencia la culpable, sino su aplicación contra la ética: la ciencia primitiva de hacer fuego es la base de nuestra supervivencia, pero puede usarse para hacer daño. Lo mismo puede decirse de la electricidad, de la energía atómica. Y cuanto mayor es el dominio que la tecnología permite sobre el mundo que nos rodea, y sobre nuestro propio cuerpo, más importante es mantener una actitud de discernimiento ético. En este sentido, nunca ha sido la tecnología tan claramente un arma de dos filos, afectando no sólo a nuestro entorno actual, sino a toda la humanidad actual y futura y al mismo planeta Tierra que nos sostiene.

En el relato bíblico del Génesis, el "Árbol de la Ciencia del Bien y el Mal" simboliza la autosuficiencia de querer erigirse en árbitro absoluto de lo que está bien y lo que está mal, para ser como Dios sin admitir responsabilidad ante nadie. Esta es también ahora la tentación de todos los regímenes ,como el Comunismo y el Nazismo, que convierten al individuo en un engranaje, una cosa útil o no, para una sociedad automática y sin alma. Pero en nuestra Fe toda la humanidad es una familia, donde todos somos hijos queridos del Padre Creador. Solamente así podemos gozar todos de sus dones, de esta hermosa Tierra que es patrimonio común, y de donde la materia de nuestros cuerpos está destinada a participar eternamente de la vida misma de Dios.


Manuel Mª Carreira Vérez, S.J

lunes, 4 de octubre de 2010

Inicio de curso


Hoy es el primer día de clase tras el verano y, pese al día frío y gris, tengo ganas de comenzar.

Esta tarde será de reencuentro con compañeros, con profesores, con el amable claustro con sus plantas de enormes hojas ... y también será ocasión para conocer nuevos compañeros, nuevos profesores y el temario de las asignaturas de segundo curso.

Hoy comienzo a las 18:00, con dos horas de Antropología Teológica (en primero tuve Antropología Filosófica) y dos horas de Mariología.

Aprovecho para animaros a tod@s a estudiar Teología. Lo más probable es que vuestras diócesis dispongan de, o bien Facultad de Teología, o bien de instituto adscrito a alguna facultad. También existen las llamadas "Escuelas Teológicas de Agentes de Pastoral", en la que se imparten enseñanzas de Teología pero sin grado universitario.

Para aquellos que no puedan por cualquier motivo acudir a alguno de estos centros y quiera recibir enseñanza teológica, puede consultar en internet, ya que existen varias facultades muy prestigiosas que ofertan estos estudios a distancia, vía on-line.

En fin, como nos dice el Apóstol Pedro, "Estad siempre dispuestos a dar respuesta a todo aquel que os pida razón de vuestra esperanza" (1Pedro, 3-15)

viernes, 1 de octubre de 2010

La historia de André Frossard


Ateo por la familia, encontró la fe en un instante


André Frossard nació en Francia en 1915. Como su padre, Ludovic-Oscar Frossard, diputado y ministro durante la III República y primer secretario general del Partido Comunista Francés, André fue educado en un ateísmo total. Encontró la fe a los veinte años, de un modo sorprendente, en una capilla del Barrio Latino, en la que entró ateo y salió minutos más tarde "católico, apostólico y romano".



Ateo perfecto, pues no se planteaba el problema de Dios


El ateísmo en André Frossard y su posterior y repentina conversión se entienden un poco más contemplando su propia familia, como nos lo cuenta él mismo: "Eramos ateos perfectos, de esos que ni se preguntan por su ateísmo. Los últimos militantes anticlericales que todavía predicaban contra la religión en las reuniones públicas nos parecían patéticos y un poco ridículos, exactamente igual que lo serían unos historiadores esforzándose por refutar la fábula de Caperucita roja. Su celo no hacia más que prolongar en vano un debate cerrado mucho tiempo atrás por la razón. Pues el ateísmo perfecto no era ya el que negaba la existencia de Dios, sino aquel que ni siquiera se planteaba el problema. (...)



El mundo: material y explicable


Dios no existía. Su imagen o las que evocan su existencia no figuraban en parte alguna de nuestra casa. Nadie nos hablaba de Él. (...) No había Dios. El cielo estaba vacío; la tierra era una combinación de elementos químicos reunidos en formas caprichosas por el juego de las atracciones y de las repulsiones naturales. Pronto nos entregaría sus últimos secretos, entre los que no había en absoluto Dios.



"Si a los veinte años quiere creer... "


¿Necesito decir que no estaba bautizado? Según el uso de los medios avanzados, mis padres habían decidido, de común acuerdo, que yo escogería mi religión a los veinte años, si contra toda espera razonable consideraba bueno tener una. Era una decisión sin cálculo que presentaba todas las apariencias de imparcialidad. ¿A los veinte años quiere creer? Que crea. De hecho, es una edad impaciente y tumultuosa en la que los que han sido educados en la fe acaban corrientemente por perderla antes de volverla a encontrar, treinta o cuarenta años más tarde, como una amiga de la infancia... Los que no la han recibido en la cuna tienen pocas oportunidades de encontrarla al entrar en el cuartel...



Su dormitorio


Mi padre era el secretario general del partido socialista. Yo dormía en la habitación que, durante el día, servía a mi padre de despacho, frente a un retrato de Karl Marx, bajo un retrato a pluma de Jules Guesde (socialista que colaboró en la redacción del programa colectivista revolucionario) y una fotografía de Jaurès.



Fascinado por Marx


Karl Marx me fascinaba. Era un león, una esfinge, una erupción solar. Karl Marx escapaba al tiempo. Había en él algo de indestructible que era, transformada en piedra, la certidumbre de que tenía razón. Ese bloque de dialéctica compacta velaba mi sueño de niño. (...)



Día para el aseo


El domingo era el día del Señor para los luteranos, que a veces iban al templo, y para los pietistas, que se reunían en pequeños grupos bajo la mirada falta de comprensión de otros. Para nosotros era el día del aseo general, en el agua corriente del arroyo truchero, después del cual mi abuelo mi friccionaba la cabeza con un cocimiento de manzanilla..."



Navidad sin sentido


En Navidad, las campanas de los pueblos cercanos, que no encontraban eco entre nosotros, extendían como un manto de ceremonia sobre la campiña muerta. Nosotros también nos poníamos nuestros trajes domingueros para ir a ninguna parte (...) Almorzábamos en la mejor habitación, sobre el blanco mantel de los días señalados.



La fiesta de nadie


Pero ni el moscatel de Alsacia, ni la cerveza, ni la frambuesa, volvían a la familia más habladora. La comida, más rica que de costumbre, y el abeto, completamente barbudo de guirnaldas plateadas, nada conmemoraban. Era una Navidad sin recuerdos religiosos, una Navidad amnésica que conmemoraba la fiesta de nadie.



Sus padres unidos por el socialismo


Entre las izquierdas la política se consideraba como la más alta actividad del espíritu, el más hermoso de los oficios, después del de médico, sin embargo. A ella debían mis padres, por otra parte, el haberse encontrado. Mi madre de espíritu curioso, había escuchado a mi padre hablar del socialismo ante un auditorio obrero, con la fogosidad de sus veinticinco años, una inteligencia combativa, una voz admirable. Desde aquel día, ella le siguió de reunión en reunión, por amor al socialismo, hasta la alcaldía. Cuando me contaba esa historia, yo no comprendía gran cosa. Para mí, mis padres eran mis padres desde siempre y no imaginaba que hubiesen podido no serlo en un momento dado de su existencia. La honestidad, la natural decencia de su vida en común, me habían dado del matrimonio la idea de una cosa que no podía deshacerse y que, al no tener fin, no había tenido comienzo.

La política llenaba la vida familiar


Mi madre vendía al pregón el periódico de la Federación Socialista, completamente redactado por mi padre, entonces maestro destituido por amaños revolucionarios y reducido a la miseria. Pero la política llenaba la vida de mi padre. (...)



Jesucristo hubiera sido de los suyos


Rechazábamos todo lo que venía del catolicismo, con una señalada excepción para la persona -humana- de Jesucristo, hacia quien los antiguos del partido mantenían (con bastante parquedad, a decir verdad) una especie de sentimiento de origen moral y de destino poético. No éramos de los suyos, pero él habría podido ser de los nuestros por su amor a los pobres, su severidad con respeto a los poderosos, y sobre todo por el hecho de que había sido la víctima de los sacerdotes, en todo caso de los situados más alto, el ajusticiado por el poder y por su aparato de represión".



Encontró a Dios sin buscarlo


Pero sin tener mérito alguno Frossard, porque Dios quiso y no por otra razón, fue el afortunado en recibir el regalo de la conversión. Él no buscaba a Dios. Se lo encontró: "Sobrenaturalmente, sé la verdad sobre la más disputada de las causas y el más antiguo de los procesos: Dios existe. Yo me lo encontré.

Como una sorpresa imprevista


Me lo encontré fortuitamente -diría que por casualidad si el azar cupiese en esta especie de aventura-, con el asombro de paseante que, al doblar una calle de París, viese, en vez de la plaza o de la encrucijada habituales, una mar que batiese los pies de los edificios y se extendiese ante él hasta el infinito.



Bastaron cinco minutos


Fue un momento de estupor que dura todavía. Nunca me he acostumbrado a la existencia de Dios.

Habiendo entrado, a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra.



... y una alegría inagotable



Habiendo entrado allí escéptico y ateo de extrema izquierda, y aún más que escéptico y todavía más que ateo, indiferente y ocupado en cosas muy distintas a un Dios que ni siquiera tenía intención de negar -hasta tal punto me parecía pasado, desde hacía mucho tiempo, a la cuenta de pérdidas y ganancias de la inquietud y de la ignorancia humanas-, volví a salir, algunos minutos más tarde, "católico, apostólico, romano", llevado, alzado, recogido y arrollado por la ola de una alegría inagotable.



Una transformación instantánea y total



Al entrar tenía veinte años. Al salir, era un niño, listo para el bautismo, y que miraba entorno a sí, con los ojos desorbitados, ese cielo habitado, esa ciudad que no se sabía suspendida en los aires, esos seres a pleno sol que parecían caminar en la oscuridad, sin ver el inmenso desgarrón que acababa de hacerse en el toldo del mundo. Mis sentimientos, mis paisajes interiores, las construcciones intelectuales en las que me había repantingado, ya no existían; mis propias costumbres habían desaparecido y mis gustos estaban cambiados.



En absoluto fue un proceso



No me oculto lo que una conversión de esta clase, por su carácter improvisado, puede tener de chocante, e incluso de inadmisible, para los espíritus contemporáneos que prefieren los encaminamientos intelectuales a los flechazos místicos y que aprecian cada vez menos las intervenciones de lo divino en la vida cotidiana. Sin embargo, por deseoso que esté de alinearme con el espíritu de mi tiempo, no puedo sugerir los hitos de una elaboración lenta donde ha habido una brusca transformación; no puedo dar las razones psicológicas, inmediatas o lejanas, de esa mutación, porque esas razones no existen; me es imposible describir la senda que me ha conducido a la fe, porque me encontraba en cualquier otro camino y pensaba en cualquier otra cosa cuando caí en una especie de emboscada: no cuento cómo he llegado al catolicismo, sino como no iba a él y me lo encontré. (...)



No intervino en su conversión


Nada me preparaba a lo que me ha sucedido: también la caridad divina tiene sus actos gratuitos. Y si, a menudo, me resigno a hablar en primera persona, es porque está claro para mí, como quisiera que estuviese enseguida para vosotros, que no he desempeñado papel alguno en mi propia conversión. (...)



Alarma familiar


Ese acontecimiento iba a operar en mí una revolución tan extraordinaria, cambiando en un instante mi manera de ser, de ver, de sentir, transformando tan radicalmente mi carácter y haciéndome hablar un lenguaje tan insólito que mi familia se alarmó.



No había que inquietarse


Se creyó oportuno, suponiéndome hechizado, hacerme examinar por un médico amigo, ateo y buen socialista. Después de conversar conmigo sosegadamente y de interrogarme indirectamente, pudo comunicar a mi padre sus conclusiones: era la "gracia", dijo, un efecto de la "gracia" y nada más. No había por qué inquietarse.

Según el médico, curaría de la enfermedad en un par de años


Hablaba de la gracia como de una enfermedad extraña, que presentaba tales y cuales síntomas fácilmente reconocibles. ¿Era una enfermedad grave? No. La fe no atacaba a la razón. ¿Había un remedio? No; la enfermedad evolucionaba por sí misma hacia la curación; esas crisis de misticismo, a la edad en que yo había sido atacado, duraban generalmente dos años y no dejaban ni lesión, ni huellas. No había más que tener paciencia.

Sólo se le prohibió el proselitismo


Se me toleraría mi capricho religioso a condición de que fuese discreto, como lo serían conmigo. Se me rogó que me abstuviese de todo proselitismo en relación con mi hermana menor. Ella se convertiría a pesar de todo al catolicismo, y mi madre también, bastantes años después de ella".

Best-seller mundial


Frossard escribió el libro de su conversión, Dios existe. Yo me lo encontré, que mereció el Gran Premio de la literatura Católica en Francia en 1969, y que se convertiría en un best-seller mundial.

Intelectual católico influyente


En 1985 fue elegido miembro de la Academia y trabajó en la Comisión del Diccionario. Muere en París en 1995 a los 80 años de edad, tras haber sido uno de los intelectuales católicos franceses más influyentes de su país en el presente siglo.


André Frossard. Dios existe. Yo me lo encontré.