martes, 7 de septiembre de 2010

Causa-Efecto

El hombre de ciencia sabe que idénticos efectos, en idénticas circunstancias, presuponen idénticas causas. Por esto, para definir la relación que existe entre contingencia y racionalidad, el primer paso consiste en establecer las condiciones por las cuales un elemento, un ente, es consecuencia de una causa que le precede.

Si observamos un elemento cualquiera de la naturaleza, digamos, un mamífero, veremos que este animal es finito, cambiante en el tiempo, o lo que es lo mismo, “contingente”. Los mamíferos en general, y cada uno de ellos en particular, necesitan para existir de múltiples factores que están más allá de ellos mismos. Por ejemplo: sus progenitores le dieron la vida, necesitan alimentos y agua para vivir, necesitan aire para respirar, etc. Todo mamífero para poder ser depende de otros elementos que le preceden y que hacen posible su existencia. Esto es lo que quiere decir ser “contingentes”.

Albert Einstein. Foto tomada en La Habana, 19 de diciembre de 1930.
Albert Einstein. Foto tomada en La Habana, 19 de diciembre de 1930.

De este modo, si todos y cada uno de los elementos de la naturaleza son interdependientes unos de otros (de ahí el fino y frágil hilo que hilvana su equilibrio), siguiendo el principio causa-efecto, al extremo de la cadena es imprescindible la existencia de un elemento que no sea condicionado por el exterior, ni dependa de otros elementos para existir. Este elemento no podría ser, como es lógico, un elemento mutable en el tiempo (contingente); de modo que sea, no solo soporte de todo cuanto existe (elemento “necesario”), sino también, al no depender de otros elementos para poder ser, posea en sí mismo la razón de su existencia (elemento “absoluto”).

Así pues: “contingente es (usando palabras de Santo Tomás de Aquino), lo que puede ser o no ser… Necesario es, en cambio, lo que no puede no ser”. Ahora bien, si el espacio y el tiempo no son absolutos, sino que llegan a ser, este elemento “absoluto” no puede ser nada que exista dentro de las categorías espacio-temporales: necesariamente ha de trascenderlas. Lo anterior es válido lo mismo para un insignificante mamífero, que para un cúmulo de galaxias.

Por consiguiente, lo que hace ser o existir al Universo no puede ser algo igual al Universo mismo (o parte alguna de él); pues, dada la mutabilidad y continua evolución del Universo, ello implicaría contingencia y no necesidad (el Universo es, pero bien pudiera no ser). De este modo, si la realidad en su conjunto es un ente que “llega a ser”, la causa necesaria que justifique su origen debe ser una realidad que esté más allá de él, pues lo que sí es cierto es que el Universo no pudiera (aún en sus etapas más primitivas) operar sin antes existir.

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